sábado, 2 de enero de 2016

En el país, sólo el 49.5 % de su población “en edad de trabajar”... trabaja

SANTO DOMINGO. Aunque la buena noticia consiste en que ha estado subiendo el porcentaje de los dominicanos que ingresan al mercado de trabajo con relación a la población total, la mala es que aún falta mucho por hacer para garantizar ese derecho fundamental a la parte mayoritaria de la población. El 2015 cerró con una tasa de ocupación de 49.5%, pero la otra cara de Jano es que el 50.5 % restante de la población no ha logrado ingresar al trabajo. La tercera cara de Jano Pero en esta historia, el Dios Jano tiene tres caras, no dos, como cuenta la mitología romana: la otra consiste en que un gran porcentaje de los ocupados lo está en condiciones de precariedad laboral, por los bajos salarios, por una jornada laboral insuficiente o por la combinación de los dos. Para el año pasado, el Banco Central de la República Dominicana informa que el promedio de la jornada laboral por semana en la economía dominicana es de 41.8 horas, lo que está por debajo de las 48 horas semanales. En el caso de la agricultura y la ganadería, que emplean a 552,715 personas en 2015, el promedio de la jornada laboral es de 39.81 horas. En estas actividades, el ingreso por hora trabajadas es de apenas RD$62.25. Para la economía en general, el promedio de la jornada semanal es de 41.82 horas, y por cada hora se paga en promedio RD$102.86. Al mes esto representa un salario mensual (bajo el caso de que se trabaje todas las semanas del año) de RD$18,640. Pero el promedio nacional del costo de la canasta familiar a noviembre de 2015 es de RD$28,267.82, un 152% del salario promedio nacional estimado bajo la condición de que se trabaje en todas las semanas del año. El empleo precario Estos datos reflejan cómo la alta incidencia del empleo precario empuja hacia abajo los promedios nacionales sobre los ingresos de los trabajadores. Esta es la tercera cara de Jano, que mira hacia la “población sub ocupada visible” y a la “población sub ocupada invisible”. El Banco Central de la República Dominicana define a la tasa de ocupación como “el grado de aprovechamiento efectivo de los recursos humanos disponibles para la actividad económica y es la relación entre la población ocupada y la población en edad de trabajar”. Según las estadísticas del Banco Central sobre el mercado de trabajo, en el 2013, primer año de su administración, el Gobierno de Danilo Medina observó una caída en la tasa de ocupación, en 0.5 puntos porcentuales. Pero en los siguientes dos años la ha incrementado en 1.8 puntos porcentuales, el nivel más alto desde 1995, año desde cuando se registran las estadísticas publicadas por el BCRD. La tasa de desocupación ampliada exhibida por la economía para 2015 es de 14%, pero distribuida de forma muy dispar entre hombres (8.2 %) y mujeres (22.4 %). Ésta básicamente se refiere aquellas personas que aunque no buscaron trabajo en el período de referencia estaban disponibles de inmediato para trabajar. Pero también incluye a las personas que realizan diligencias para buscar un trabajo (desocupación abierta). La tasa de desempleo en este grupo poblacional es de sólo 5.9 % de la población en edad de trabajar (4 % para los hombres, y 9% para las mujeres). El desaliento La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo explica en un informe del 2013 para el caso de República Dominicana. “Es importante entender que en muchos países en desarrollo, un bajo nivel de desempleo abierto no es necesariamente un indicador de bienestar, ni tampoco determina el punto en el que se encuentra un país de alcanzar una situación de pleno empleo”. La baja tasa de desempleo abierto, que tanto orgullo les provoca a las autoridades dominicanas, “refleja una pobreza generalizada” donde un gran número de personas no pueden permitirse el lujo de estar desempleados y en búsqueda activa de un trabajo, se ven obligadas a realizar trabajos esporádicos e informales, “con el propósito de sobrevivir”. Es la otra cara de la economía dominicana, que no genera suficiente puestos de trabajos, y que por los que ofrece paga salarios insuficientes para el trabajador y su familia vivir, pero que proclama con parafernalia que tiene una tasa de desempleo comparable a las del Primer Mundo.

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